miércoles, 26 de noviembre de 2008

Capítulo 1: Adquiriendo Conocimiento (1)

Hoy va a ser un día emocionante, al menos lo bastante emocionante como para despertarme antes de que suene el despertador y esperar completamente desvelado a que suene, sin maldecir el dormir poco. Hoy me mudo a la ciudad en la que realizaré mis estudios universitarios.

Desde que murieron mis padres he estado viviendo en casa de mis tíos, pasando los cursos sin problemas y con unas notas aceptables. Del día de la muerte de mis padres no recuerdo nada, se supone que tengo alguna clase de trauma, los psicólogos opinaron que no era buena idea forzarme a recordar. La verdad es que tampoco estoy seguro de querer recordarlo. Ya fue bastante traumático perderlos, no quisieron darme detalles de cómo los habían encontrado y mi mente no quiere recordarlo, por algo será.

[…]

Estoy en la estación de tren, me esperan unas dos horas de viaje hasta llegar a mi destino. Sólo voy cargado con una maleta, llena de ropa, y una mochila con un par de tonterías para entretenerme durante el viaje y el portátil. Ayer mi tío, que por motivos de trabajo se desplaza por toda la comunidad, dejó en mi piso casi todo lo imprescindible para el día a día: sartenes, cubiertos, mudas para la cama, un escritorio y hasta una televisión.

Realmente les debo mucho a mis tíos, no sólo me han mantenido estos seis años como si fuese su propio hijo (por algún motivo no tienen) sino que he disfrutado de bastante comodidad y parece que, pese a la beca, pretenden seguir ayudándome en lo que puedan durante mis estudios. De todas formas me he decidido a buscar algún trabajo a tiempo parcial para no depender de ellos. Espero poder devolverles el favor algún día.

Gracias a mis tíos, la beca y lo que he ahorrado trabajando los dos últimos veranos, creo que no tendré problemas para pagar el piso. Es un pequeño piso de dos habitaciones en un edificio demasiado nuevo para ser el clásico piso de estudiantes, aunque unos quince años tiene seguramente. La calle da a una gran plaza, desde la que deberé coger el autobús todos los días para ir a la facultad y el otro extremo de la calle conecta con otra paralela a la playa.

Mis tíos vivían en Lugo, así que desde la muerte de mis padres no he vuelto a ver el mar. El plan para hoy es llegar, comprar comida para el resto de la semana, ordenar las cosas de casa (principalmente la ropa que llevo hoy), colocar carteles para buscar compañero de piso y luego dar una vuelta por la playa.

De pequeño me encantaba hacer agujeros en la arena, no paraba salvo para meterme en el agua, pero no solían dejarme estar demasiado tiempo en ella por lo que pronto seguía. Solía estar orgulloso de lo grandes que eran los agujeros que excavaba, hay que ver con qué cosas se contentan los niños, a veces añoro que la vida sea tan sencilla y que cosas tan simples puedan sacarte una sonrisa.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Prólogo: El Primer Sueño

Tras la puesta de sol, una familia se recogió en su hogar dispuesta a dormir...

Era una casa sencilla, la entrada daba a un pasillo, a la izquierda la puerta del salón y las escaleras paralelas al pasillo, a la derecha la habitación del hijo y el baño, al final del pasillo la cocina. Desde la cocina se podía acceder a una pequeña terraza con una mesa y sillas de plástico, ideal para ver la puesta de sol en la playa durante las cenas veraniegas.

En la segunda planta tras subir las escaleras se encontraba un descansillo con 3 puertas, la de la izquierda daba a la habitación de los padres, la de enfrente a otro baño, más grande que el del piso inferior, y a la derecha una habitación que no utilizaban, reservada para futuros invitados. Hacía poco que la habían comprado y se habían mudado a ella, por lo que la decoración era bastante escasa.

A media noche, el hijo, de doce años, se despertó sobresaltado: había soñado que en su habitación había algo o alguien. Creía haber visto unos ojos de pupilas reptilianos, color granate, brillando en la penumbra, observándolo, pero resultó ser un sueño. Tras despertarse, permaneció un rato en cama, pensativo. Fue de esa clase de sueños tan realistas que aún tras despertarte tardas en recuperarte de la sensación.

Aún estaba tembloroso. Decidió levantarse a tomar un vaso de leche, y así relajarse un poco.
La habitación no estaba tan oscura como había soñado, la luz de la luna entraba por la ventana, atravesando las cortinas dibujando formas en el suelo. La luz era la justa para poder ver los muebles de la poco amueblada habitación, pero sin llegar a distinguir los matices de color o pequeñas figuras. Se levantó lentamente, intentando no hacer ruido, y se dirigió al pasillo.

Tras cruzar la puerta de su habitación se detuvo, sentía una extraña brisa. Giró la cabeza en dirección a la entrada de la casa, y descubrió que la puerta exterior estaba entreabierta. "Que extraño...".

Se acercó a la puerta y comprobó el exterior de la casa. Un cielo con nubes y claros se movía rápidamente, mostrando y ocultando la luna por momentos. El viento, extrañamente frío para la época del año, soplaba fuertemente, trayendo consigo el aroma del agua de mar desde las olas que golpeaban las cercanas rocas al final de la playa.

Sintiendo como el frío calaba en su cuerpo, y habiendo comprobado que no había nadie en el exterior, cerró la puerta. Fue caminando por el pasillo hasta la cocina, se acercó a la nevera y tomó un vaso de leche.

Comprobó que la puerta que daba a la terraza desde la cocina estaba también cerrada. “Bueno, podría echar un vistazo por casa, igual entró algún animal al tener la puerta abierta”. Al salir de la cocina, escuchó el graznido de un cuervo proveniente de la terraza…

Pasó por el pasillo otra vez, comprobando el baño, el salón... Finalmente decidió subir por las escaleras que subían en paralelo al pasillo, iluminadas por un pequeño ventanuco en la pared. Subió lentamente, apoyando con cuidado las puntas de sus pies descalzos y apoyándose con las manos en la pared y la barandilla para no hacer ruido y despertar a sus padres.

Primero fue a la derecha, donde la habitación de invitados seguía prácticamente vacía, salvo por una cama aún sin sábanas y un armario vacío. Comprobó rápidamente que no había nada bajo la cama. Consideró que mejor no abría el armario para no hacer ruido, "como mucho habría subido un pájaro, y no iba a abrir el armario…".

Comprobó el otro cuarto de baño y luego vio extrañado que las cortinas de la habitación de sus padres se zarandeaban levemente, así que entró en la habitación. Se encontró con la cama deshecha, pero vacía. La ventana abierta casi del todo y el viento empujando las cortinas. "¿Pero qué demonios...? ¿A dónde han ido? ¿Habrá pasado algo y salieron corriendo dejando la puerta abierta?".

Tras comprobar que no había ningún indicio de qué había ocurrido; el joven comenzó a bajar las escaleras nuevamente, despacio, pues le inquietaba la idea de que hubiese algún extraño en la casa.

El pasillo de la planta baja seguía a oscuras y en silencio... sin embargo, algo sí que había cambiado. En cuanto bajó el último escalón de la escalera, sus pies descalzos notaron el suelo húmedo. Se agachó extrañado y al bajar la cabeza contempló como el brillo de la luna que entraba por el ventanuco del hueco de la escalera se reflejaba en algo acuoso que había en el suelo. Palpó el pequeño charco con la mano y se la acercó a la nariz... "Parece agua... ¿de mar?" Con temor, acercó la lengua la punta de su dedo índice, mojado en la sustancia... "Sí, está salada…".

Decidió que lo más razonable era buscar por la playa, a ver si estaban por allí cerca, no podían haber ido muy lejos sin avisarle. Llegó a la entrada y... la puerta no estaba cerrada, estaba entre-abierta. El viento en el exterior había parado completamente, por eso no lo había notado. Extrañado, tiró del picaporte para abrir la puerta y notó que estaba mojado. De hecho, el pestillo de la puerta también estaba mojado.

Al salir escuchó un cuervo graznando, alejándose. “A estas horas… ¿no debería estar durmiendo…?”.

Extrañado, el joven sale de la casa. La noche está calmada, los contornos de algunas pocas nubes perdidas se perfilan con la luz de la luna. A la derecha, siguiendo el corto sendero a la playa, se ven pequeños charcos de agua, algo extraño para la época.

La casa, de dos plantas, sencillita, está ubicada a la izquierda de la playa, subiendo una pequeña cuesta donde comienzan las rocas, formando un pequeño acantilado. La playa es larga, de arena ni gruesa ni fina, dividida por la mitad por un pequeño conjunto de rocas.

La luz de la luna se refleja sobre las olas... El cielo ahora está prácticamente despejado.

Tras calzarse en la entrada de la casa, el joven comienza a bajar por el camino. Por algún extraño motivo, no es capaz de vislumbrar bien la playa, quizás sea por ser de noche. Parece que hay gente cerca a media playa.

Según se va acercando, ve una figura cubierta con ropa en tono plateado. Parece estar dando la espalda al joven mientras contempla lo que sucede delante, que aún no se distingue bien.

El joven decide aminorar la marcha, y se acerca poco a poco, desplazándose entre los pequeños arbustos donde termina la arena de la playa. La figura, ahora nítida, mide sobre 1'70 cm, lleva una túnica plateada con capucha, de un material extraño que refleja la luz de la luna brillando casi como si fuese de metal. En su espalda lleva un bastón de metal, con 4 anillas de goma negra distribuidas uniformemente a su largo. Desde donde se encuentra el joven, no es capaz de verle el rostro, pero le ve un mechón de cabello plateado saliendo de la capucha, abanicado por el viento.

Ante la figura desconocida, dos formas familiares, las de sus padres, pero... no logra verlas bien. Por más que parpadea y se frota los ojos, los ve borrosos. Parecen estar inconscientes, tirados sobre la arena.

Súbitamente, comienza a soplar el aire. Un aire frío, el mismo que hacía en el exterior de la casa cuando, recién levantado, comprobó que la puerta estaba abierta. Leves nubes de polvo y granos de arena se levantan, formando pequeños círculos alrededor de las borrosas figuras de sus padres.

Una voz femenina, dulce pero a la vez firme, surge de la figura plateada: "¡Ya basta! ¡Esta vez te he encontrado a tiempo, detén esta pesadilla!" La sorpresa inicial del joven al oír la voz de la mujer se ve eclipsada ante la súbita respuesta...

El viento helado pareció comprimirse por un momento, y una sombra difusa se dibujó en el aire, sobre la pareja inconsciente. "¡Tú no eres nadie, disfrutaré destrozando a estas criaturas y no podrás hacer nada para impedirlo!".

La sombra volvió a disiparse en el aire, el viento aumentó su fuerza. Silbando salvajemente, levantó una polvareda que obligó al joven a cerrar los ojos. Sintió cómo pequeñas rocas le golpeaban, causándole un dolor punzante y lacerando la piel de de sus piernas.

Mientras intentaba abrir los ojos protegiéndoselos como podía con las manos, sintió su calzado húmedo. Poco a poco la tormenta de arena amainó, pese a que el viento no perdió fuerza. La chica vestida de plateado, estaba arrodillada sobre la arena, ahora húmeda. Parecía como si el nivel del mar hubiese subido lo justo para mojar la arena e impedir su vuelo, y a la vez el agua estaba lisa y calmada, como un espejo, desafiando al viento.

Miró luego hacia sus padres, sus cuerpos estaban llenos de heridas, y rocas cada vez más grandes seguían golpeándolos.

El torbellino de viento empezó a concentrarse y empezaron a surgir chispas y pequeñas descargas de electricidad en su núcleo. En un intento de detener aquella locura, el joven tomó una de las rocas que tenía alrededor y la arrojó hacia la tormenta antinatural que estaba acabando con la vida de sus padres.

La roca fue engullida por la corriente de aire justo en el momento en el que un rayo salía despedido desde el núcleo de la tormenta hacia la chica de figura plateada, que seguía arrodillada, como si intentarse olvidar lo que estaba sucediendo ante ella. La roca desvió parcialmente la carga del aire, desviando el rayo, que fue recorriendo el suelo pasando por la derecha de la joven antes de perder su potencia y disiparse.

La joven abrió los ojos y vio al muchacho. Por un instante, el joven pudo ver la parte inferior de su cara, una nariz pequeña y poco prominente sobre una boca abierta en una fugaz expresión de sorpresa. Después, la chica recobró su compostura, sujetó el bastón que llevaba a su espalda, lo elevó sobre su cabeza y lo clavó sobre la arena mojada. En un instante el suelo pareció helarse, y a la vez una niebla muy densa cubrió la zona.

El joven ahora sólo podía ver el suelo helado, a la chica, que seguía concentrada, la esfera oscura de aire y relámpagos, con algunas piedras aún girando en su interior, lo que quedaba de sus padres y un infinito fondo gris plateado, producto de la niebla y la luz de la luna.

“Esto es de locos... ¡tengo que hacer algo!".

"No te acerques o te harás daño" dijo la chica misteriosa.

El lugar sobre el que tenía apoyado el bastón se hundió ligeramente, y agua líquida rellenó el hueco antes ocupado por la arena helada. El charco creció hasta formar un pozo sobre el que parecía flotar la joven. Cuando había crecido tanto como dos veces el largo de su bastón, la joven se levantó, cogió el bastón y pasó uno de los extremos por el charco. Según iba atravesando el líquido, la punta del bastón comenzaba a brillar, dejando una estela extraña. Cuando sacó el bastón, su extremo había adquirido un filo de hielo, adquiriendo el aspecto de una guadaña. Luego, la chica repitió el proceso con el otro extremo.

Mientras tanto, una risa antinatural proveniente del viento comenzó a resonar, cada vez más alto. "¿Qué pretendes hacer? No puedes dañar a algo incorpóreo", dijo riendo. En el centro del viento volvió a condensarse una figura humana de ojos rojos, como los que había visto en su sueño el joven, vigilándolo en su habitación. Quizás no había sido sólo un sueño después de todo…
La chica sacó el bastón del charco, ahora convertido en una doble guadaña, que se heló al instante. De un brinco, haciendo gala de una agilidad extraordinaria, se acercó situándose a un metro de la sombra mientras comenzaba a girar su bastón. Acto seguido, comenzó a elevar el bastón sin dejar de girarlo hasta tenerlo horizontal a la altura de la cabeza de aquel ser de sombras. La sombra se disipó como si fuese de humo y el viento cambió repentinamente y empezó a soplar, desplazándola varios metros y alejándola de los padres, hasta tirarla lanzándole unas pequeñas descargas que le electrocutaron el brazo, desarmándola.

El joven echó a correr hacia sus padres. "¡Ahora! Mientras luchan estarán distraídos. Quizás consiga cogerlos y huir" pensó, pero cuando estaba llegando el fuerte viento y el suelo resbaladizo le hicieron caer. La guadaña, que había subido varios metros en el aire como si fuese una hélice, comenzó a bajar, directa hacia él y sus familiares inconscientes. "¡Ya basta, esto no puede estar sucediendo! ¡¡¡No es real!!!!".

Mientras gritaba, la guadaña cayó, clavando una de sus frías hojas en su vientre. Mientras sentía como la hoja lo atravesaba, vio a la cara completa de la joven, horrorizada, viendo la tragedia. Sus ojos, de un azul plateado cuya tonalidad recordaba al brillo de la luna sobre el agua del mar, comenzaban a humedecerse, su boca se deformaba en una mueca de espanto.

Rápidamente, la luz comenzó a disminuir, como si la luna dejase de reflejar luz. La imagen de la joven y del entorno que lo envolvían comenzó a volverse borrosa. Le pareció oír un aleteo cerca de él. Sintió plumas rozándole la cara, y empezó a dejar de percibir el suelo, le daba la sensación de estarse hundiendo en agua, aunque no estaba seguro pues apenas percibía nada, le costaba respirar…

"Esto... esto no está pasando... no tiene sentido… ¡es un sueño!" y se despertó.