Me encuentro en la playa, pero no la que hay cerca de mi piso, sino en la que hay frente a la antigua casa de verano de mis padres, sentado sobre una roca en el borde de la playa, dónde la arena deja paso a la tierra fértil.
El sol parece que hace poco que ha salido. La brisa fresca golpea mi cara y mis brazos, pero la sensación se mezcla con el calor de los rayos de sol, resultando agradable.
De pronto, escucho un graznido a mi espalda. Hay un cuervo picoteando los restos del desayuno de alguien. La visión me resulta extraña, empiezo a sentirme algo desorientado y no logro recordar cómo llegué hasta aquí.
Tras comer las migas, el cuervo levanta la cabeza y se queda mirándome, pegando pequeños movimientos bruscos de cuello para cambiar su punto de vista. Pega un par de saltos hacia atrás, vuelve a girarse para verme y pega un graznido. Un comportamiento bastante extraño para un animal salvaje. Confundido, sigo mirándolo, esperando a ver qué hace. Unos segundos después vuelve a alejarse unos metros dando pequeños brincos, se vuelve a girar y nuevamente emite un graznido.
Me da la sensación de que quiere que lo siga, pero el mismo hecho de que se me ocurra semejante posibilidad me resulta ridículo. Pese a ello, puesto que la playa está desierta, decido dejarme llevar por mi curiosidad y seguirlo sin cuestionármelo demasiado.
Sigo sintiéndome raro. Tengo una extraña sensación, algo no está bien. Ya se que el hecho de estar aquí y no recordar cómo llegué, ni que día es ni nada ya es suficientemente raro, pero hay algo más, no se describirlo…